Un viaje por los diferentes estados de ánimo.

Un viaje en el que aprendes a ver claro en la oscuridad…. Y a pesar de todo, siempre hay un futuro. Para todos…
Bien. Dispuestos a  hablar sobre “Un viaje”, me tomaré el gusto de contarles el mío. Trataré de explicarles lo que para mí, fue y es un viaje emocional tan intenso como cada una de las sensaciones que ustedes y yo, sentimos al amar, al llorar, olvidar o recordar… Pero, he oído, que la gente que suele encasillarse como personas “normales” , no tienen tiempo para nada de eso. Y si algo tengo claro , es que , si vais a tener un mundo lleno de viajes y caminos sin tiempo para lo sentimientos , no creo que yo quiera vivir en él.
Así comienzo mi viaje. Elevando la felicidad a la sexta. Para no deprimirme por el camino. Pero incluyo la tristeza en mi manera de vivir. La necesito. Ya que, si todo fuese perfecto… ¿ Qué diríamos ?¿ Todos los días serían lo mismo ? . Porque sí, hay obstáculos durante el camino, difíciles, pero se aprende a superarlos. Te caes, te levantas y sigues...

Como les dije, alcé mi dosis de alegría, pero el viaje se hacía largo y cada vez más pesado. También el sentimiento se agotaba rápido… Así que, decidí sentarme. Ya estaba cansada de andar y me decanté por coger el primer autobús que pasara por allí. Sin importarme si quiera a dónde me llevara. Sin pensar. Un viaje para dejarse llevar por el destino. A ver que me deparaba el futuro…Y así pasaron las horas. Avanzaba el tiempo y no pasaba nada. Hasta que, de repente, unas luces en la oscuridad podían distinguirse a lo lejos. Pero no llegó precisamente un autobús, sino una furgoneta, vieja y desgastada, que se acercó, hasta parar justo a mis pies. Les puedo jurar que yo no hice ningún tipo de señal al conductor para que parase. De verdad. Él simplemente frenó y dijo: “ Sube, hacía tiempo que estábamos esperándote”. Me limité a subir. No supe que decir… Y así transcurrió mi viaje, en una furgoneta .Vieja y desgastada…
No querrían haber visto lo que yo ví, de verdad, aunque ahora me alegre de haberlo hecho. Cuando subí, pude ver mil caras, cada una de ellas sin un gramo de esperanza . ni uno solo. Todos habían dejado su camino y hacían llamarse “Las almas perdidas”. Almas que habían sufrido, habían sido golpeadas, se habían caído, como poco tres veces y solo supieron levantarse una y media… Fue entonces cuando empecé a cuestionarme que demonios hacía yo en ésa furgoneta. De verdad. Nunca me había sentido tan confusa y perdida. Figúrense… Ustedes y una gente que no conocen de nada sin esperanzas y sin rumbo. CAÓTICO… pensé: ¿ Y a quién le importa los sentimientos de ésta gente ? A NADIE. Fue triste encontrar la respuesta. Créanme. Hoy en día sigo pensando en ésa gente. Y bueno, así se me ocurrió qué hacer con tanto sentimiento, inventé un cocktail de felicidad, fuerzas y esperanza. Para tomármelo solo con aquellos que sufrían en silencio. sin agotarlo, claro. Porque ,el viaje continúa. Siempre. Con un nuevo destino: LA FELICIDAD